En el Día Europeo contra la pobreza energética

   Por Soledad Montero, Coordinadora del Grupo Local de Zencer en Madrid

Porque las personas juntas podemos hacerlo todo, pero solas no podemos, porque creemos en la fuerza de las sociedades unidas, con su diversidad y pluralidad, desde la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético volvemos a reivindicar el día 17 de febrero como Día Europeo de la lucha contra la pobreza energética.

En una sociedad desarrollada como la nuestra, los avances tecnológicos nos han llevado a un considerable aumento en la esperanza de vida. Debemos agradecérselo fundamentalmente a una mejor alimentación, a los avances en medicina, y no solo curativa, sino también preventiva y por supuesto a las condiciones de habitabilidad y confort de nuestros hogares. Pero esto no es así para todos, y por culpa de la desigualdad entre las personas nace el concepto de pobreza energética. Es decir, no todos podemos alcanzar estos «estándares» y lo que nos clasifica en el grupo de «privilegiados»  o no es nuestra capacidad económica.

Además y ya que se trata de un problema económico, también debemos distinguir diferentes grados de pobreza energética. Tenemos a los que sufren pobreza extrema. Estos casos quedan excluidos de la sociedad, puesto que no tienen un espacio en una economía capitalista. Después tendríamos los que sufren pobreza energética en hogares vulnerables, que si bien en algunos casos pueden estar sufriendo pobreza severa, cuentan al menos con la ayuda de los servicios sociales, pero siempre señalados por la sociedad y por tanto excluidos de participar en ella.

Un tercer grado de pobreza energética serían los hogares que no pueden afrontar ningún gasto extraordinario mensual, eso que se conoce comúnmente como «vivir al día». Por lo que en los meses de invierno, cuando las facturas de energía (luz y/o gas) aumentan de manera considerable por el uso de la calefacción, al no poder hacer frente a este gasto, optan por no utilizarla y si bien se entiende que no son «pobres», tampoco pueden «permitirse el lujo» de encender la calefacción. (Esto se debe aplicar también en muchas zonas del sur de nuestro país, con olas extremas de calor, que afectan igualmente a nuestra salud).

Todos deberíamos tener las mismas oportunidades, y para ello deberíamos tener los mismos derechos. La energía es una necesidad; por tanto, el uso de la energía suficiente para cubrir nuestras necesidades mínimas y tener una vida digna y en igualdad de condiciones debería ser considerado un derecho.

«Las rentas bajas, el alto precio de la energía y la mala calidad de la edificación son las principales causas que se atribuyen a la pobreza energética».

Si como hemos dicho las principales causas de la pobreza energética son las rentas bajas, quizás va siendo tiempo de actuar. Si en la sociedad en la que vivimos el concepto es que debemos trabajar por una retribución económica porque de otro modo no podemos garantizarnos nuestra propia subsistencia, pero por otro lado, esta retribución es tan escasa que no me lo permite, ¿Quién está aprovechándose de este concepto?

Si otra de las causas es el alto precio de la energía, deberíamos actuar también sobre las causas directas que lo provocan. Esto es, el mercado eléctrico español es un oligopolio, por lo que no existe competencia real y necesita una reforma estructural que permita que podamos pagar a cada tecnología por lo que de verdad le cuesta producir y optimizar los recursos del mercado en favor del consumidor en lugar de favoreciendo la maximización del beneficio económico de estas pocas empresas, ya que la energía es un bien necesario, no un producto de consumo que podemos elegir usar o no. Sólo podemos elegir hacer un uso responsable y no consumir más energía que la que se necesita verdaderamente.

Si la mala calidad de la edificación es otro de los factores, puesto que nuestros hogares en lugar de ser construidos con la idea de ser una protección contra el exterior (es decir, un «termo» que nos proteja de las inclemencias atmosféricas, frío, calor, lluvia, etc.) se han fabricado como un producto estético, indicador de nuestro status social, a precios que a la mayoría nos mantiene «atados» casi de por vida a una obligación de pago (hipoteca), también deberíamos actuar. La rehabilitación energética es una oportunidad de regenerar nuestro parque inmobiliario, crear empleo y acabar con un enorme sumidero por el que desperdiciamos energía.

Si pensabas que la pobreza energética no te afecta, sólo tienes que esperar sin hacer nada. Si no actuamos, nos amenaza a todos y todas.

Este artículo ha sido publicado en el blog de (Des)igualdad de Eldiario.es 

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